Malas Palabras en un Buen Dia

Publicado en por irun fergaus (lmpika66@gmail.com)

Estaba sentada en el autobús, mirando por la gran ventana como pasaban los coches, los edificios, deseaba llegar cuanto antes a mi  casa, estaba cansada y dejaba mi mente relajada, abierta a todo tipo de influencias que me pudieran llegar. El autobús se paro en una marquesina, en mitad de la autopista rodeada de restaurantes; se solían subir trabajadores, que salían de los bares después de trabajar largas jornadas de más de ocho horas. Sus caras reflejaban el cansancio de poner demasiadas cervezas o servir cuarenta menús, que a veces parecían infinitos. Supongo que mis ojos reflejaban lo mismo también.

La mayoría de ellos dormían periodos cortos  en el trayecto, abriendo el ojo cada dos paradas, como si tuvieran un despertador cerebral; son los sueños ligeros del transporte público que alguna vez alguno de nosotros ha sufrido.

El asiento de mi lado estaba vacío, así como el paralelo a él. Alguna vez se sienta gente interesante a tu lado, personas que leen un libro que te llama la atención, marujillas que leen  cinco revistas del corazón a la vez y no puedes evitar echarles un ojillo (je, je)…pero a veces se sienta gente indeseable, personas que repudias por una conversación fuera de lugar, grosera, mal educada, que hiere tu orgullo primero como persona y después como mujer.

Entonces tus neuronas empiezan a chispear y por tu mente pasan innumerables de adjetivos e insultos que le dirías a ese estúpido machito con la boca demasiado grande y el cerebro totalmente nulo. Sus palabras van inundando tus oídos y colapsando tu cerebro; tu indignación, que crece por momentos, ¡que digo!, por segundos, se empieza a reflejar en los gestos y rictus faciales que no puedes evitar poner  por qué no puedes cruzarle el moflete con toda tu mano extensa y abierta de mujer.

Pero la realidad es que al final bajas del autobús y llegas a tu casa con tu mala leche y una anécdota desagradable; que nadie ha abierto la boca, ni siquiera tu, para mandar a la mierda a ese cabrón y que deseas en lo más profundo que ese señor se cruce algún día con alguna tía que le una buena lección (aunque te hubiese gustado ser tu).

 

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